Agosto de 2009




Los recientes sucesos de Honduras traen de nuevo a la palestra el tema de los golpes de estado: ¿Se justifican o no? ¿Puede el fin justificar los medios?¿Se justificó el golpe cívico militar que derrocó a Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958? Nadie duda que éste fue un golpe que dieron juntos el pueblo y los militares para restituir la democracia en Venezuela.

Podríamos pensar, entonces, que hay golpes que pueden justificarse, y otros como que no. Pero, ¿Por qué unos si y otros no?

Técnicamente, un golpe de estado es una forma de insurrección o actuación que atenta contra el orden establecido constitucionalmente. Cualquiera que actúa y atenta contra la Constitución está de alguna manera dando un golpe al Estado.

¿Que pasa cuando son las autoridades - electas democráticamente –las que violentan el orden establecido por la Constitución? Evidentemente habría que demostrar que eso es cierto, que las mismas autoridades están violentando la Constitución, cuestión a veces difícil de probar, pero si lo fuera, si fuera cierta esta situación, entonces, uno se pregunta: ¿Qué camino puede tomar un pueblo que vive y sufre constantemente la violación de su propia Constitución por parte de las autoridades? Lógicamente que el pueblo debe y tiene que actuar en consecuencia, como soberano, único garante y defensor de su propia constitución, pero: ¿Cómo lo hace? ¿Quién lo hace? ¿Quien representa al pueblo en este caso, si las autoridades legítimamente constituidas – los supuestos representantes del pueblo - son las mismas que violentan el orden y la ley? ¿Será cierto que el referendo es un mecanismo válido y suficiente como para actuar y juzgar a unas autoridades "golpistas"?

Hace un mes que Honduras se hizo esas mismas preguntas y se dieron su propia respuesta. Pero la gente aun se cuestiona: ¿Se trató realmente de un golpe de estado o de un contragolpe? ¿Pudo el pueblo hondureño actuar de otra forma? ¿Había otra salida? O se trata, más bien, de que este pueblo no tenía otra alternativa.

Ante una situación tan compleja y difícil, uno se pregunta: ¿Será posible que todos los países del mundo puedan equivocarse de una sola vez? ¿Será que los organismos internacionales juzgaron precipitadamente a Honduras, sin darle el derecho a explicar los antecedentes y las razones de su actuación como país? ¿Tenía Honduras alguna razón para justificar realmente el llamado golpe de estado?

Igualmente, históricamente los venezolanos volveríamos a preguntarnos: ¿Tenía la sociedad venezolana alguna razón que justificara el golpe de estado del 23 de enero de 1958?

Lo que si parece cierto, en todo caso, es que, cuando la mayoría de un pueblo se harta y se cansa de las autoridades, reacciona de cualquier forma, inesperada y desesperada, justificada o no, pero finalmente reacciona.

Lo importante es abrir trochas para que a futuro este tipo de evento pueda tener una salida legal y constitucionalmente transparente, y no por la vía de la violencia.

Gustavo Pérez Ortega








Honduras: un pueblo humilde, valiente y digno




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