Febrero 2009



"El mundo no es de los violentos, sino de los que tienen la razón"
Dr. José María Vargas

El mundo está dividido entre personas violentas y no violentas. "Ser o no ser violentos", ese es el dilema actual de nuestra existencia. En este escenario no hay puntos intermedios, ni medias tintas que valgan.

Cualquiera puede distinguir entre un ser violento y un ser pacífico. Podemos distinguir, por ejemplo, entre un lobo y una oveja. El problema se presenta cuando aparecen los lobos disfrazados de ovejas. Los farsantes, hipócritas y mentirosos, mencionados y descritos en la Biblia, que hábilmente pretenden pasar por pacíficos, cuando internamente están llenos de resentimientos y odio, y muy lejanos de cualquier intención de llevar la paz en sus corazones.

El que ama la paz, siempre busca la paz, la conciliación y la armonía en su forma de vivir. No andan amenazando, ni mintiendo, ni ofendiendo, ni provocando a los demás constantemente. Cuando se encuentran ante un conflicto, no buscan parcializarse rápidamente con un bando u otro, sino que procuran ante todo buscar alguna salida lógica y racional al problema que se presenta, y no aquella que promueva o pueda encaminarse hacia la división y la violencia. Los amantes de la paz, saben y buscan vivir en armonía consigo mismo y con los demás.

A los violentos, aun cuando se disfracen de ovejas, es fácil detectarlos. Por lo general son mentirosos, muy mentirosos, y uno sabe que mienten por la cantidad de muecas en su cara cuando hablan, aunque algunos son muy buenos actores. Disfrutan manipulando a los demás y se contradicen constantemente, un día dicen una cosa y al siguiente todo lo contrario. Los violentos, sean de izquierda o de derecha, cuando incurren en la política se afianzan en su violencia como la única herramienta legítima, según ellos, para conseguir sus objetivos.

Como viven de la mentira y es obvio que la verdad no está con ellos, buscan siempre la manera de provocar situaciones que desencadenen la violencia. Saben que en ese medio pueden movilizarse y actuar a su modo, por la fuerza, sin racionalidad, ni argumentos que valgan. Imponen con el terror y las constantes amenazas sus intereses personales, siempre asociados a una insaciable sed de poder o riquezas, o de ambas cosas a la vez.

Cuando los violentos aparecen o se infiltran en las instituciones y organizaciones que conforman nuestra sociedad, que van desde las familias, los vecindarios, las empresas, las iglesias, los partidos políticos, etc. y logran con su actitud agresiva imponerse y ubicarse mediante el engaño y la mentira en posiciones de liderazgo, terminan por generar un efecto multiplicador que lleva a la sociedad a sumirse en una cadena desenfrenada de violencia que solo conduce a la guerra y a la muerte. Esa ha sido, bien sabemos, la historia de los liderazgos equivocados en la humanidad.

Los violentos luchan por la muerte, los pacíficos luchan por la vida. He ahí la principal diferencia. Los violentos suelen asociarse con la muerte, y la utilizan como slogan o consigna; los pacíficos, por el contrario, buscan la vida y el bienestar para todos.

Hay que rechazar cualquier revolución promovida por el odio y el resentimiento. Tras ellas solo se esconden la codicia, el dolor y mayores injusticias. Tenemos que definir claramente si pertenecemos al grupo de los pacíficos, que buscan y promueven la vida, o al grupo de los violentos, que buscan y promueven la muerte.

La invitación es para que los pacíficos se junten. No importa a que organización, nacionalidad, raza, partido político o religión se pertenezca. Lo importante es que quienes creemos en la paz como la única forma esencial de vida que conduce a la verdadera justicia, busquemos la manera de unirnos y actuar para que en cualquier institución u organización, incluyendo a la familia, en la que nos encontremos, podamos crear e instaurar el camino hacia la paz, tanto en los corazones como en las mentes de todos los seres humanos que nos rodean. Esa es la única y verdadera revolución que vale la pena y que comienza en nosostros mismos.

La paz es el único camino posible que conduce hacia el cielo, aquí en la Tierra y en el más allá. Como dice Cristo: "Felices sean los que trabajan por la Paz"

Esperamos que los artículos que presentamos en esta segunda edición del 2009 resulten de interés y disfrute para todos.

Con un cordial saludo.


Gustavo Pérez Ortega


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